Responsabilidad Urbana de los desarrollos
Por: Arq. Jacinto Ávalos
El desarrollo urbano debería de significar que una población ocupe un territorio donde se cumplan sus necesidades básicas de salud, cultura, vivienda, alimentación, trabajo y educación entre otras. Es la acción de construir y operar un territorio en forma equitativa, racional y sustentable donde se respete la dignidad del ser humano y la ecología y se brinden seguridad y bienestar social en un ambiente de armonía y satisfacción.
No hay la menor duda de que salvo para los irresponsables y cínicos, cualquier ciudadano tiene grandes responsabilidades hacia su ciudad y está obligado con sus conciudadanos. Los desarrolladores no deberían de ser la excepción y sin embargo lo son ya que por lo general y por antonomasia la evaden en mayor o menor grado. La verdadera excepción son los que sobresalen por su ética, visión, generosidad, habilidades.
La calidad de vida de los habitantes de una ciudad y definitivamente de los “clientes” del desarrollador está determinada por la incorporación o presencia de valores o ausencia de estos en sus desarrollos y la forma en que los producen y distribuyen.
Desde el punto de vista físico, ayuda a entenderlo claramente si lo reducimos a tres componentes: 1) el suelo, 2) la infraestructura en todos los órdenes y 3) las construcciones en todas sus variantes agrupadas en vivienda (el uso más extensivo) y el equipamiento (las actividades comunales más relevantes y trascendentes). El orden en que se dan de entrada define el contexto de los resultados. No es lo mismo un fraccionamiento exclusivo de lujo a una invasión o asentamiento precario.
La infraestructura es solo una parte de los elementos del proceso de urbanización que se equipara erróneamente con el concepto de desarrollo urbano.
Hay un gran contraste en la calidad de vida y de los desarrollos en países responsables como suelen ser en Oceanía, en los países europeos, nórdicos o norteamericanos y los propios de los países latinoamericanos, la mayoría de los países asiáticos y en los africanos. En este segundo grupo, los países en vías de desarrollo, las diferencias son grandes y cubren un espectro desde el reducido y minoritario lujo con la opulencia y exclusividad propias de un primer mundo hasta la extensa marginalidad con carencias de lo más indispensable. ¿Por qué?
Hay unas constantes y son: la ausencia de valores, en todos los órdenes, y la falta o insuficiencia de recursos y de organización para superar las condiciones impuestas por la estructura política, económica, social y cultural. Lo anterior irrestricto del lugar que ocupe cada “desarrollo” en la escala.
Ante esto, hay distintas respuestas a los problemas y deficiencias que varían desde una apatía total de las autoridades y los actores del “desarrollo”, hasta el extremo de ignorar y pensar que grandes sectores de la población no existen, sin darse cuenta o sin reconocer la importancia que tienen por su participación en la economía y sus derechos a una vida digna.
Es necesario entender el origen del problema y tomar los pasos necesarios para equilibrar y modificar estos patrones de urbanización y de desarrollo.
En el fondo aflora y como espejo refleja la falta de responsabilidad en todos los órdenes y niveles:
– La falta de presupuesto.
– Las imposiciones económicas del mercado
– Costos de urbanización.
– Falta de planeación e instrumentos para implementarla.
– Ausencia de mecanismo de coerción ante la falta de un compromiso ético y social.
– Indolencia, corrupción, pero sobre todo impunidad.
– La incapacidad e impotencia de casi todos los asentamientos humanos, independientemente de sus recursos, para organizarse para compensar y mejorar la parte de la ciudad donde les tocó vivir y que alguien, entre autoridades y desarrolladores omitió proporcionar o resolver.
El Joint Centre for Urban Design del Politecnico de Oxford, gracias al trabajo de por lo menos tres mexicanos, todos brillantes arquitectos, Carlos Tejeda, Alberto Rimoch y Vicente García Echegaray, hicieron valiosas aportaciones para entender este fenómeno y definieron al final de los 1970s conceptos urbanísticos para generar calidad en el desarrollo entendido como un todo, en cuya parte urbana incluyen: accesibilidad, autonomía, diversidad y jerarquía como conceptos clave para lograrlo. Todos englobados dentro de una estrategia para generar centralidades, fuente de calidad urbana.
El desarrollo urbano debería de significar que una población ocupe un territorio donde se cumplan sus necesidades básicas de salud, cultura, vivienda, alimentación, trabajo y educación entre otras. Es la acción de construir y operar un territorio en forma equitativa, racional y sustentable donde se respete la dignidad del ser humano y la ecología y se brinden seguridad y bienestar social en un ambiente de armonía y satisfacción.
No hay la menor duda de que salvo para los irresponsables y cínicos, cualquier ciudadano tiene grandes responsabilidades hacia su ciudad y está obligado con sus conciudadanos. Los desarrolladores no deberían de ser la excepción y sin embargo lo son ya que por lo general y por antonomasia la evaden en mayor o menor grado. La verdadera excepción son los que sobresalen por su ética, visión, generosidad, habilidades.
La calidad de vida de los habitantes de una ciudad y definitivamente de los “clientes” del desarrollador está determinada por la incorporación o presencia de valores o ausencia de estos en sus desarrollos y la forma en que los producen y distribuyen.
Desde el punto de vista físico, ayuda a entenderlo claramente si lo reducimos a tres componentes: 1) el suelo, 2) la infraestructura en todos los órdenes y 3) las construcciones en todas sus variantes agrupadas en vivienda (el uso más extensivo) y el equipamiento (las actividades comunales más relevantes y trascendentes). El orden en que se dan de entrada define el contexto de los resultados. No es lo mismo un fraccionamiento exclusivo de lujo a una invasión o asentamiento precario.
La infraestructura es solo una parte de los elementos del proceso de urbanización que se equipara erróneamente con el concepto de desarrollo urbano.
Hay un gran contraste en la calidad de vida y de los desarrollos en países responsables como suelen ser en Oceanía, en los países europeos, nórdicos o norteamericanos y los propios de los países latinoamericanos, la mayoría de los países asiáticos y en los africanos. En este segundo grupo, los países en vías de desarrollo, las diferencias son grandes y cubren un espectro desde el reducido y minoritario lujo con la opulencia y exclusividad propias de un primer mundo hasta la extensa marginalidad con carencias de lo más indispensable. ¿Por qué?
Hay unas constantes y son: la ausencia de valores, en todos los órdenes, y la falta o insuficiencia de recursos y de organización para superar las condiciones impuestas por la estructura política, económica, social y cultural. Lo anterior irrestricto del lugar que ocupe cada “desarrollo” en la escala.
Ante esto, hay distintas respuestas a los problemas y deficiencias que varían desde una apatía total de las autoridades y los actores del “desarrollo”, hasta el extremo de ignorar y pensar que grandes sectores de la población no existen, sin darse cuenta o sin reconocer la importancia que tienen por su participación en la economía y sus derechos a una vida digna.
Es necesario entender el origen del problema y tomar los pasos necesarios para equilibrar y modificar estos patrones de urbanización y de desarrollo.
En el fondo aflora y como espejo refleja la falta de responsabilidad en todos los órdenes y niveles:
– La falta de presupuesto.
– Las imposiciones económicas del mercado
– Costos de urbanización.
– Falta de planeación e instrumentos para implementarla.
– Ausencia de mecanismo de coerción ante la falta de un compromiso ético y social.
– Indolencia, corrupción, pero sobre todo impunidad.
– La incapacidad e impotencia de casi todos los asentamientos humanos, independientemente de sus recursos, para organizarse para compensar y mejorar la parte de la ciudad donde les tocó vivir y que alguien, entre autoridades y desarrolladores omitió proporcionar o resolver.
El Joint Centre for Urban Design del Politecnico de Oxford, gracias al trabajo de por lo menos tres mexicanos, todos brillantes arquitectos, Carlos Tejeda, Alberto Rimoch y Vicente García Echegaray, hicieron valiosas aportaciones para entender este fenómeno y definieron al final de los 1970s conceptos urbanísticos para generar calidad en el desarrollo entendido como un todo, en cuya parte urbana incluyen: accesibilidad, autonomía, diversidad y jerarquía como conceptos clave para lograrlo. Todos englobados dentro de una estrategia para generar centralidades, fuente de calidad urbana.
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