La reserva territorial y la Atlántida
Por: Armando Sánchez Salcido
Este fenómeno social, en el municipio de Los Cabos es particularmente dramático, pues miles de familias que emigran a trabajar a estas tierras terminan instalándose de forma irregular en el cauce de los arroyos o áreas de inundación con los consabidos riesgos que ello implica.
Hoy en día, tanto Cabo San Lucas como San José del Cabo no cuentan con una reserva territorial calificada y certificada que permita diseñar un crecimiento ordenado y sustentable de la ciudad, especialmente con relación a la vivienda de interés social.
La reserva territorial en Los Cabos es como la Atlántida, todo mundo la menciona, pero nadie sabe dónde está, ni como llegar a ella.
Lo primero que debemos decir es que la reserva territorial “es toda superficie ubicada en la colindancia de un área urbana que sea susceptible de ocuparse óptimamente si no está construida, o de renovarse y densificarse si ya lo está. Así, la ciudad es una reserva en sí misma”.
Sin embargo, esta simple definición no nos alcanza para poder establecer una ruta de crecimiento urbano factible en el corto plazo. Pues, para empezar, toda la tierra colindante con la ciudad tiene dueño. Y esto plantea una serie de retos y limitaciones al momento de pretender desarrollar cualquier proyecto de urbanización.
Así las cosas, tenemos que no todos los predios que vemos alrededor de la ciudad son aptos para construir vivienda de interés social. La principal limitante es el precio. En términos generales para que un desarrollador de vivienda de interés social se sienta motivado a invertir en la compra de un terreno, este debe de estar por debajo de los veinte dólares por metro cuadrado para poder construir vivienda de alrededor de $750,000 pesos. Y terrenos de ese precio son muy escasos en nuestro municipio.
La reserva territorial no es algo que se saque del sombrero de un mago, ni se obtenga por decreto o vía expropiación. Esta reserva se crea con anticipación. Se planifica, y requiere del concurso de muchos actores; los propietarios de la tierra, los desarrolladores, las autoridades de los tres niveles de gobierno y los consumidores.
El grado de dificultad para organizar el crecimiento de la ciudad no es como proyectar un viaje tripulado a Marte, pero si se requiere voluntad política de las autoridades, planificación y encontrar soluciones creativas de inversión privada y pública.
Este fenómeno social, en el municipio de Los Cabos es particularmente dramático, pues miles de familias que emigran a trabajar a estas tierras terminan instalándose de forma irregular en el cauce de los arroyos o áreas de inundación con los consabidos riesgos que ello implica.
Hoy en día, tanto Cabo San Lucas como San José del Cabo no cuentan con una reserva territorial calificada y certificada que permita diseñar un crecimiento ordenado y sustentable de la ciudad, especialmente con relación a la vivienda de interés social.
La reserva territorial en Los Cabos es como la Atlántida, todo mundo la menciona, pero nadie sabe dónde está, ni como llegar a ella.
Lo primero que debemos decir es que la reserva territorial “es toda superficie ubicada en la colindancia de un área urbana que sea susceptible de ocuparse óptimamente si no está construida, o de renovarse y densificarse si ya lo está. Así, la ciudad es una reserva en sí misma”.
Sin embargo, esta simple definición no nos alcanza para poder establecer una ruta de crecimiento urbano factible en el corto plazo. Pues, para empezar, toda la tierra colindante con la ciudad tiene dueño. Y esto plantea una serie de retos y limitaciones al momento de pretender desarrollar cualquier proyecto de urbanización.
Así las cosas, tenemos que no todos los predios que vemos alrededor de la ciudad son aptos para construir vivienda de interés social. La principal limitante es el precio. En términos generales para que un desarrollador de vivienda de interés social se sienta motivado a invertir en la compra de un terreno, este debe de estar por debajo de los veinte dólares por metro cuadrado para poder construir vivienda de alrededor de $750,000 pesos. Y terrenos de ese precio son muy escasos en nuestro municipio.
La reserva territorial no es algo que se saque del sombrero de un mago, ni se obtenga por decreto o vía expropiación. Esta reserva se crea con anticipación. Se planifica, y requiere del concurso de muchos actores; los propietarios de la tierra, los desarrolladores, las autoridades de los tres niveles de gobierno y los consumidores.
El grado de dificultad para organizar el crecimiento de la ciudad no es como proyectar un viaje tripulado a Marte, pero si se requiere voluntad política de las autoridades, planificación y encontrar soluciones creativas de inversión privada y pública.
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