Rumbo de México
Por: Lic. J. Eduardo Tapia Zuckermann
Por un lado, la carrera del relevo presidencial alimenta los deseos de continuidad del actual titular de la administración del gobierno federal para consolidar su proyecto político y, por el otro, invita a la oposición a definir alianzas y descartar planes de acción que hace tan sólo unos meses parecían los adecuados.
En cuanto al contexto internacional, vemos en la visita del presidente López Obrador al presidente Biden, en Washington, D.C., el lamentable doble discurso que ha empleado el mexicano para, por una parte, plantar cara al imperio y mostrar músculo frente a su base electoral, cargada de emociones y simbolismos, pero carente de objetividad, acuciosidad y visión; y, por la otra, para actuar en consecuencia y a regañadientes con todas las exigencias impuestas por Estados Unidos.
México no debe sufrir la miopía de un presidente que todo lo ve a través del cristal de las elecciones políticas y las prebendas que, asociadas a estas votaciones, deben otorgarse para que el poder público continúe siendo detentado por populistas.
Nos acercamos, en esta tesitura, a una encrucijada que invita, por el sendero más peligroso, a seguir el rumbo trazado desde el año 2018, el cual se ha caracterizado por acabar con el poco capital político y la buena voluntad que mayoritariamente los ciudadanos depositaron en un movimiento de centro-izquierda y, por el otro, a un retorno hacia los hoy denostados gobiernos de centro-derecha.
Ambos caminos conllevan riesgos, pero lo cierto es que México puede estar peor y solamente los ciudadanos podemos actuar para evitar el decaimiento generalizado del país. Hemos visto que en rubros tan distintos como la cultura, la economía, la seguridad pública y la seguridad jurídica se ha registrado un retroceso importante sin que haya visos de que el responsable del timón, y, ahora sí, de la tormenta – en palabras de otro presidente, también López, expresadas ni más ni menos que hace exactamente cuarenta años – quiera hacer un viraje o una corrección en la hoja de ruta.
Se debe empujar, precisamente, hacia una corrección de rumbo, ya que conforme pase el tiempo será más difícil retomar un camino virtuoso, ascendente, aunque no por ello menos sinuoso.
Se dice que es de sabios reparar y, en términos bíblicos, en la multitud de consejos se encuentra la sabiduría, pero, a cuatro años de haber ganado las elecciones, nuestro presidente continúa en campaña y se limita a doblar la apuesta aun cuando los resultados han sido magros.
Hago votos para que se corrija el rumbo del país, pues se debe evitar una mayor desintegración del pacto federal, el crecimiento de la violencia y la incipiente, pero ya existente, balcanización del país.
En esta encrucijada, México no puede tomarse el lujo de errar el rumbo una vez más so pena de perder la presente década en luchas estériles por el poder. México continuará cambiando por muchos años más después de la supuesta cuarta transformación a la que se quiso llegar, la cual nunca encontró un buen puerto de resguardo para cubrirse de los populismos ramplones.
¡Corrijamos!
Por un lado, la carrera del relevo presidencial alimenta los deseos de continuidad del actual titular de la administración del gobierno federal para consolidar su proyecto político y, por el otro, invita a la oposición a definir alianzas y descartar planes de acción que hace tan sólo unos meses parecían los adecuados.
En cuanto al contexto internacional, vemos en la visita del presidente López Obrador al presidente Biden, en Washington, D.C., el lamentable doble discurso que ha empleado el mexicano para, por una parte, plantar cara al imperio y mostrar músculo frente a su base electoral, cargada de emociones y simbolismos, pero carente de objetividad, acuciosidad y visión; y, por la otra, para actuar en consecuencia y a regañadientes con todas las exigencias impuestas por Estados Unidos.
México no debe sufrir la miopía de un presidente que todo lo ve a través del cristal de las elecciones políticas y las prebendas que, asociadas a estas votaciones, deben otorgarse para que el poder público continúe siendo detentado por populistas.
Nos acercamos, en esta tesitura, a una encrucijada que invita, por el sendero más peligroso, a seguir el rumbo trazado desde el año 2018, el cual se ha caracterizado por acabar con el poco capital político y la buena voluntad que mayoritariamente los ciudadanos depositaron en un movimiento de centro-izquierda y, por el otro, a un retorno hacia los hoy denostados gobiernos de centro-derecha.
Ambos caminos conllevan riesgos, pero lo cierto es que México puede estar peor y solamente los ciudadanos podemos actuar para evitar el decaimiento generalizado del país. Hemos visto que en rubros tan distintos como la cultura, la economía, la seguridad pública y la seguridad jurídica se ha registrado un retroceso importante sin que haya visos de que el responsable del timón, y, ahora sí, de la tormenta – en palabras de otro presidente, también López, expresadas ni más ni menos que hace exactamente cuarenta años – quiera hacer un viraje o una corrección en la hoja de ruta.
Se debe empujar, precisamente, hacia una corrección de rumbo, ya que conforme pase el tiempo será más difícil retomar un camino virtuoso, ascendente, aunque no por ello menos sinuoso.
Se dice que es de sabios reparar y, en términos bíblicos, en la multitud de consejos se encuentra la sabiduría, pero, a cuatro años de haber ganado las elecciones, nuestro presidente continúa en campaña y se limita a doblar la apuesta aun cuando los resultados han sido magros.
Hago votos para que se corrija el rumbo del país, pues se debe evitar una mayor desintegración del pacto federal, el crecimiento de la violencia y la incipiente, pero ya existente, balcanización del país.
En esta encrucijada, México no puede tomarse el lujo de errar el rumbo una vez más so pena de perder la presente década en luchas estériles por el poder. México continuará cambiando por muchos años más después de la supuesta cuarta transformación a la que se quiso llegar, la cual nunca encontró un buen puerto de resguardo para cubrirse de los populismos ramplones.
¡Corrijamos!
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