Una charla con Oscar Leggs alcalde de Los Cabos
Por: Ing. Ricardo Reyes
El que se hubiese tomado el tiempo de, además cocinarnos una suculenta birria, desde el día anterior, dejaba ver al hombre peninsular, al hombre de a pie. Nos mencionó que vendría más gente a visitarle y que algo de ese caldo llenaría los estómagos de quien se apareciera, porque “así es aquí, nosotros somos gente sencilla, hospitalaria”.
Reímos un rato escuchando anécdotas de la semana y pronto, con un dejo de nerviosismo, pero sabiéndose en su terruño, nos invitó a caminar por el rancho. La entrevista comenzaba:
“A nosotros cuando nacimos en vez de darnos pecho nos daban café” —Ríe bromeando. “Mi papá era de rancho, es de rancho, tomaba mucho café, lo que dejaba en la taza nosotros nos lo tomábamos, y así fuimos adquiriendo el hábito de beber café.”
“Llevamos casi diez años viniendo a este paraje, poniendo un arbolito, luego otra semana otro, todos me ha tocado ponerlos, y así como no queriendo la cosa va creciendo, hasta llegar a ahorita, después de diez años ya hay bastantes árboles, no los hemos traído grandes, aquí han crecido.”
A la pregunta de qué peso tiene la sustentabilidad para él, fue breve y directo: “es importantísima para nosotros, no podemos pensar en grandes desarrollos si no la tomamos en cuenta.”
¿Oscar, admiras a alguien actualmente? Tardó aún menos en contestar que en la anterior pregunta:
“Admiro a nuestro presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador, por todo lo que ha luchado, lo que luchó por llegar a donde está, creo que ahí varios nos identificamos con la idea de que queremos que a los mexicanos nos vaya bien. Cuando empecé a trabajar como maestro en las zonas rurales, te das cuenta que hay muchas carencias, que los gobiernos no los atienden, y nadie dice nada, yo les decía, si no alzamos la voz no nos van a escuchar, va a ser lo mismo de siempre, y ahí impulsamos a la gente a que hiciera su parte en las comunidades alejadas de Mulegé, donde estuve trabajando por ocho años, —da un sorbo a su café, continua: allá en las comunidades rurales el maestro es un líder en las comunidades, sin embargo, llegas acá en la ciudad, a cuatro paredes, y el maestro se pierde. Empezamos a indagar ¿Por qué no aprende el niño? ¿Por qué está reprobando? Debíamos ir a su casa, muchas veces no tienen ni qué comer ¿Cómo van a aprender? —Se pregunta con preocupación. Así empezamos a organizar para que también en la familia estuvieran bien.
Su mayor anhelo: “Haber hecho por Los Cabos algo bueno, haber contribuido con mi granito de arena, para que a los cabeños les vaya bien, trascender, pero positivamente, que la gente nos vea y nos siga saludando, no tener que andarse escondiendo porque hicimos las cosas mal”.
¿Qué tan importante es la amistad?: “Yo creo que es la base para construir grandes proyectos, lo más sagrado que puede haber. Así como la libertad es poder caminar por nuestro municipio, en nuestro entorno, en nuestro rancho, en la ciudad, de manera abierta, eso es lo mejor que nos puede pasar.”
Nos invitó a caminar hacia los corrales de animales que nos cuenta que los han traído los amigos de él y paramos en un caballo algo arisco de nombre Migriño, un bello animal que fue rescatado por él y que había sido maltratado en La Paz.
El alcalde nos había regalado un breve pero íntimo momento por su casa, hablamos de sus aspiraciones políticas futuras y el solo sonrió, comentó que su objetivo en este momento es resolver los retos que un lugar como nuestro destino requería, que estaba ahí para servir, y que, si la gente le permitía, él seguiría sirviendo a su comunidad.
Caminamos de regreso a la cocina del rancho, y tomando un cucharón empezó a servir birria para todos quienes estábamos presentes, un manjar de dioses que había estado cocinándose en leña desde el día anterior. Nos dijo con sencillez, pero con firmeza: “aquí el asunto es que no hemos cambiado, ni lo vamos a hacer, lo nuestro es seguir siendo auténticos.
Sonreí sabiendo que en las manos de este humilde y sabio hombre descansan las decisiones más importantes de nuestra comunidad.
Gracias, Oscar.
El que se hubiese tomado el tiempo de, además cocinarnos una suculenta birria, desde el día anterior, dejaba ver al hombre peninsular, al hombre de a pie. Nos mencionó que vendría más gente a visitarle y que algo de ese caldo llenaría los estómagos de quien se apareciera, porque “así es aquí, nosotros somos gente sencilla, hospitalaria”.
Reímos un rato escuchando anécdotas de la semana y pronto, con un dejo de nerviosismo, pero sabiéndose en su terruño, nos invitó a caminar por el rancho. La entrevista comenzaba:
“A nosotros cuando nacimos en vez de darnos pecho nos daban café” —Ríe bromeando. “Mi papá era de rancho, es de rancho, tomaba mucho café, lo que dejaba en la taza nosotros nos lo tomábamos, y así fuimos adquiriendo el hábito de beber café.”
“Llevamos casi diez años viniendo a este paraje, poniendo un arbolito, luego otra semana otro, todos me ha tocado ponerlos, y así como no queriendo la cosa va creciendo, hasta llegar a ahorita, después de diez años ya hay bastantes árboles, no los hemos traído grandes, aquí han crecido.”
A la pregunta de qué peso tiene la sustentabilidad para él, fue breve y directo: “es importantísima para nosotros, no podemos pensar en grandes desarrollos si no la tomamos en cuenta.”
¿Oscar, admiras a alguien actualmente? Tardó aún menos en contestar que en la anterior pregunta:
“Admiro a nuestro presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador, por todo lo que ha luchado, lo que luchó por llegar a donde está, creo que ahí varios nos identificamos con la idea de que queremos que a los mexicanos nos vaya bien. Cuando empecé a trabajar como maestro en las zonas rurales, te das cuenta que hay muchas carencias, que los gobiernos no los atienden, y nadie dice nada, yo les decía, si no alzamos la voz no nos van a escuchar, va a ser lo mismo de siempre, y ahí impulsamos a la gente a que hiciera su parte en las comunidades alejadas de Mulegé, donde estuve trabajando por ocho años, —da un sorbo a su café, continua: allá en las comunidades rurales el maestro es un líder en las comunidades, sin embargo, llegas acá en la ciudad, a cuatro paredes, y el maestro se pierde. Empezamos a indagar ¿Por qué no aprende el niño? ¿Por qué está reprobando? Debíamos ir a su casa, muchas veces no tienen ni qué comer ¿Cómo van a aprender? —Se pregunta con preocupación. Así empezamos a organizar para que también en la familia estuvieran bien.
Su mayor anhelo: “Haber hecho por Los Cabos algo bueno, haber contribuido con mi granito de arena, para que a los cabeños les vaya bien, trascender, pero positivamente, que la gente nos vea y nos siga saludando, no tener que andarse escondiendo porque hicimos las cosas mal”.
¿Qué tan importante es la amistad?: “Yo creo que es la base para construir grandes proyectos, lo más sagrado que puede haber. Así como la libertad es poder caminar por nuestro municipio, en nuestro entorno, en nuestro rancho, en la ciudad, de manera abierta, eso es lo mejor que nos puede pasar.”
Nos invitó a caminar hacia los corrales de animales que nos cuenta que los han traído los amigos de él y paramos en un caballo algo arisco de nombre Migriño, un bello animal que fue rescatado por él y que había sido maltratado en La Paz.
El alcalde nos había regalado un breve pero íntimo momento por su casa, hablamos de sus aspiraciones políticas futuras y el solo sonrió, comentó que su objetivo en este momento es resolver los retos que un lugar como nuestro destino requería, que estaba ahí para servir, y que, si la gente le permitía, él seguiría sirviendo a su comunidad.
Caminamos de regreso a la cocina del rancho, y tomando un cucharón empezó a servir birria para todos quienes estábamos presentes, un manjar de dioses que había estado cocinándose en leña desde el día anterior. Nos dijo con sencillez, pero con firmeza: “aquí el asunto es que no hemos cambiado, ni lo vamos a hacer, lo nuestro es seguir siendo auténticos.
Sonreí sabiendo que en las manos de este humilde y sabio hombre descansan las decisiones más importantes de nuestra comunidad.
Gracias, Oscar.
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