Crisis en Los Cabos ¿Glorioso o borroso porvenir? Segunda parte
Por: Lic. J. Eduardo Tapia Zuckermann
Para los que nos gusta el séptimo arte, es dable para los de Los Cabos la frase célebre de “esta película ya la vi”. Es triste decirlo, pero las cosas en el municipio no mejorarán en el corto plazo. Si acaso habrá paliativos con la presente administración, llena quizás de buenas intenciones, pero sobrepasada por una realidad social y presupuestal que presenta décadas, sí décadas, de retrasos importantes y una acuciante falta de atención.
El primer tema, relativo a agua y alcantarillado, que ya expusimos en la primera parte de este artículo, es emblemático pues desde el año 2000, hace módicos veintitrés años, colegios de profesionistas en Los Cabos habían señalado que no debían autorizarse más desarrollos inmobiliarios que incluyesen en su plan maestro campos de golf, dado que para ese entonces la cuenca hídrica estaba en un punto máximo permisible para todavía tener un equilibrio de desarrollo deseable; es decir, ya los campos de Fonatur (hoy Vidanta de nueve hoyos), Palmilla (veintisiete hoyos), Cabo Real y El Dorado, Cabo del Sol (sólo el campo del Océano, hoy Cove Club) y el Cabo San Lucas Country Club habían agotado la vocación turística del destino en cuanto a campos de golf se refería. ¿Dónde quedó la prudencia?
Los pesos, y más bien dólares, han ganado la batalla una y otra vez sobre la sustentabilidad y un uso racional de nuestros recursos naturales. Más allá de que los campos de golf nuevos, más de diez desde el año 2000, han implementado sistemas para la reutilización de agua gris para riego de pastos y se han construido plantas desalinizadoras que riegan pastos con cierta tolerancia a la sal, el punto es que los estudios de impacto ambiental autorizados han sobrecargado a toda la zona con desarrollos que si bien han significado una muy importante derrama económica e impositiva también han menguado la capacidad de regeneración de la zona.
Este tema de los campos de golf es sólo una muestra pequeña del problema mayúsculo que representa la escasez de agua en un desierto noble pero avejentado prematuramente. De la mano viene el tema del alcantarillado con plantas de tratamiento rebasadas en su capacidad pues la población municipal de cuatrocientos mil habitantes no se previó ni en los escenarios más alegres cuando empezaba a gestarse la planeación turística integral, a cargo de Fonatur, en la década de los setenta del siglo pasado. ¡Ya pasaron cincuenta años de esto!
De regreso al guión cinematográfico, esta película con tintes de melodrama ranchero, ya la corrieron en ciudades como Acapulco, Cancún, Mazatlán y, en cierto grado, Puerto Vallarta. De esos tres, sólo Cancún tuvo una planeación maestra, al estilo de Loreto, Ixtapa, Huatulco y el propio Los Cabos, pero no por ello este último pudo soportar la vorágine que significó un crecimiento desordenado de la mano de un turismo rampante. El paraíso si existió y nos lo estamos acabando. Sol, pesca, buen clima y geografía fueron a la vez los detonadores del crecimiento y los factores que invitaron a un desarrollo egoísta y desenfrenado.
¿Qué hacer?
En cuanto a infraestructura y servicios públicos los resultados de una gestión gubernamental miope están, ahora sí con visión 20/20, a plena vista: carreteras insuficientes, vialidades hechas con trazos incorrectos y sin conectores, tráfico que sobrecarga lo existente y, habrá que mencionarlo, situaciones todavía más desfavorables en el resto del país han hecho que el éxodo a Los Cabos, postpandemia, se incremente desde la otrora hermosa provincia mexicana. La inseguridad en el resto del país ha contribuido a que los pocos oasis que quedan en México se saturen. Tal es el caso de Los Cabos y, muy pronto, La Paz.
Cabe un ejemplo en este rubro: hace veinte años se concluyó el tramo carretero de cuota de San José del Cabo al aeropuerto. Ahora, dos carriles son insuficientes y n existen carriles de cobro dedicados y automatizados. Hace ocho años se concluyó el tramo carretero de cuota a San Lucas que es continuación del primero. Hoy no hay un plan para incorporar nuevas entradas en estos tramos carreteros de cuota y contamos con una carretera libre sobresaturada, que, si bien es de cuatro carriles desde hace casi treinta años, sí leyeron bien, los gobiernos subsiguientes, independientemente del signo o color político no han sido capaces de ampliarlo ni convertirlo en un circuito (loop) verdadero y viable.
Amén de repetir en otros rubros las historias de fracasos es importante hacer votos para que, en lo que nos toca, contribuyamos con dinero, ideas y apoyo ciudadano, para coadyuvar con la autoridad y lograr enderezar el rumbo. Quizás las siguientes generaciones agradezcan el gesto y puedan ver en la década de los veinte del siglo veintiuno como el punto de partida para la consolidación y transformación de Los Cabos en una auténtica metrópoli de dos millones de habitantes. Superficie y dinero tenemos, no adolecemos de talento, pero ¿tendremos la voluntad y el tesón requeridos?
Para los que nos gusta el séptimo arte, es dable para los de Los Cabos la frase célebre de “esta película ya la vi”. Es triste decirlo, pero las cosas en el municipio no mejorarán en el corto plazo. Si acaso habrá paliativos con la presente administración, llena quizás de buenas intenciones, pero sobrepasada por una realidad social y presupuestal que presenta décadas, sí décadas, de retrasos importantes y una acuciante falta de atención.
El primer tema, relativo a agua y alcantarillado, que ya expusimos en la primera parte de este artículo, es emblemático pues desde el año 2000, hace módicos veintitrés años, colegios de profesionistas en Los Cabos habían señalado que no debían autorizarse más desarrollos inmobiliarios que incluyesen en su plan maestro campos de golf, dado que para ese entonces la cuenca hídrica estaba en un punto máximo permisible para todavía tener un equilibrio de desarrollo deseable; es decir, ya los campos de Fonatur (hoy Vidanta de nueve hoyos), Palmilla (veintisiete hoyos), Cabo Real y El Dorado, Cabo del Sol (sólo el campo del Océano, hoy Cove Club) y el Cabo San Lucas Country Club habían agotado la vocación turística del destino en cuanto a campos de golf se refería. ¿Dónde quedó la prudencia?
Los pesos, y más bien dólares, han ganado la batalla una y otra vez sobre la sustentabilidad y un uso racional de nuestros recursos naturales. Más allá de que los campos de golf nuevos, más de diez desde el año 2000, han implementado sistemas para la reutilización de agua gris para riego de pastos y se han construido plantas desalinizadoras que riegan pastos con cierta tolerancia a la sal, el punto es que los estudios de impacto ambiental autorizados han sobrecargado a toda la zona con desarrollos que si bien han significado una muy importante derrama económica e impositiva también han menguado la capacidad de regeneración de la zona.
Este tema de los campos de golf es sólo una muestra pequeña del problema mayúsculo que representa la escasez de agua en un desierto noble pero avejentado prematuramente. De la mano viene el tema del alcantarillado con plantas de tratamiento rebasadas en su capacidad pues la población municipal de cuatrocientos mil habitantes no se previó ni en los escenarios más alegres cuando empezaba a gestarse la planeación turística integral, a cargo de Fonatur, en la década de los setenta del siglo pasado. ¡Ya pasaron cincuenta años de esto!
De regreso al guión cinematográfico, esta película con tintes de melodrama ranchero, ya la corrieron en ciudades como Acapulco, Cancún, Mazatlán y, en cierto grado, Puerto Vallarta. De esos tres, sólo Cancún tuvo una planeación maestra, al estilo de Loreto, Ixtapa, Huatulco y el propio Los Cabos, pero no por ello este último pudo soportar la vorágine que significó un crecimiento desordenado de la mano de un turismo rampante. El paraíso si existió y nos lo estamos acabando. Sol, pesca, buen clima y geografía fueron a la vez los detonadores del crecimiento y los factores que invitaron a un desarrollo egoísta y desenfrenado.
¿Qué hacer?
En cuanto a infraestructura y servicios públicos los resultados de una gestión gubernamental miope están, ahora sí con visión 20/20, a plena vista: carreteras insuficientes, vialidades hechas con trazos incorrectos y sin conectores, tráfico que sobrecarga lo existente y, habrá que mencionarlo, situaciones todavía más desfavorables en el resto del país han hecho que el éxodo a Los Cabos, postpandemia, se incremente desde la otrora hermosa provincia mexicana. La inseguridad en el resto del país ha contribuido a que los pocos oasis que quedan en México se saturen. Tal es el caso de Los Cabos y, muy pronto, La Paz.
Cabe un ejemplo en este rubro: hace veinte años se concluyó el tramo carretero de cuota de San José del Cabo al aeropuerto. Ahora, dos carriles son insuficientes y n existen carriles de cobro dedicados y automatizados. Hace ocho años se concluyó el tramo carretero de cuota a San Lucas que es continuación del primero. Hoy no hay un plan para incorporar nuevas entradas en estos tramos carreteros de cuota y contamos con una carretera libre sobresaturada, que, si bien es de cuatro carriles desde hace casi treinta años, sí leyeron bien, los gobiernos subsiguientes, independientemente del signo o color político no han sido capaces de ampliarlo ni convertirlo en un circuito (loop) verdadero y viable.
Amén de repetir en otros rubros las historias de fracasos es importante hacer votos para que, en lo que nos toca, contribuyamos con dinero, ideas y apoyo ciudadano, para coadyuvar con la autoridad y lograr enderezar el rumbo. Quizás las siguientes generaciones agradezcan el gesto y puedan ver en la década de los veinte del siglo veintiuno como el punto de partida para la consolidación y transformación de Los Cabos en una auténtica metrópoli de dos millones de habitantes. Superficie y dinero tenemos, no adolecemos de talento, pero ¿tendremos la voluntad y el tesón requeridos?
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