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La Ciudad de la Buena Vida ¿Qué hace que seamos felices en los entornos urbanos?

Por: Ruysdael Vivanco

Desde el comienzo de los Desde el comienzo de los asentamientos primigenios hasta la consolidación de las primeras ciudades como Ur y Uruk en la antigua Mesopotamia, podemos decir que “La Ciudad” es una de las más grandes invenciones del ser humano. Justamente la idea de civilización aparece después de que el hombre antiguo empieza a vivir en ciudades. Es la ciudad la cuna de la cultura donde emergen las leyes, la escritura, las bibliotecas, los mercados, la arquitectura monumental; pero sobre todas las cosas las primeras ciudades transformaron la experiencia humana provocando el contacto cercano; la convivencia y la cohabitación.
Desde el comienzo de los Desde el comienzo de los asentamientos primigenios hasta la consolidación de las primeras ciudades como Ur y Uruk en la antigua Mesopotamia, podemos decir que “La Ciudad” es una de las más grandes invenciones del ser humano. Justamente la idea de civilización aparece después de que el hombre antiguo empieza a vivir en ciudades. Es la ciudad la cuna de la cultura donde emergen las leyes, la escritura, las bibliotecas, los mercados, la arquitectura monumental; pero sobre todas las cosas las primeras ciudades transformaron la experiencia humana provocando el contacto cercano; la convivencia y la cohabitación.
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Es precisamente en la aparición de la vida comunitaria constituida por la diversidad donde incia la proliferación de las ideas que le han dado forma al mundo como lo conocemos hoy. Es entonces posible preguntarnos: Si las ciudades han sido el motor de la civilización, ¿Vivir en ciudades nos hace felices?; ¿Los entornos urbanos han impulsado nuestra evolución?; ¿Es la ciudad donde el hombre experimenta una buena vida?

Al respecto múltiples estudios se han llevado a cabo sobre la felicidad en las ciudades; desde las polis de Aristóteles nace el concepto como el bien supremo y máximo que aspira la humanidad; “eudamonia” ese concepto que llevo a su esplendor a Atenas argumentando que la buena vida solamente se podría alcanzar cuando la polis es capaz de proveer a sus habitantes con una buena calidad de vida, salud, fortuna, amigos y poder. Por otro lado, un avanzado estudio de la Universidad de Harvard denominado Harvard Study of Adult Development, ha analizado y registrado la vida de cientos de familias estadounidenses a lo largo de 85 años: dirigido en su más reciente periodo por el reconocido psiquiatra Robert Waldinger; quien ha plasmado resultados contundentes de la investigación en su libro The Good Life. El estudio llevado a través de un método longitudinal señala que justamente lo que hace una “buena vida” son las buenas relaciones y las conexiones humanas. Las personas que están más conectadas con su familia, los amigos y la “comunidad” son más felices y saludables físicamente que aquellas que están menos conectadas o asiladas. Hasta aquí podríamos afirmar que hay un enlace claro entre la felicidad y la buena vida al desarrollarse ésta en entornos urbanos. Sin embargo, no podemos sostener que en todos los entornos urbanos la gente es feliz. Por lo tanto, ¿Qué es aquello que esta intrínsecamente asociado a la felicidad para garantizar una buena vida en la ciudad?

Mi experiencia como urbanista y analista de las ciudades a lo largo de mas de 20 años me ha demostrado que hay algunos componentes clave para generar ambientes saludables y ser felices en las ciudades: espacios abiertos de encuentro y convivencia con áreas verdes, sentido de comunidad, seguridad en el espacio público, redes de transporte sustentable y algo fundamental que es una estructura urbana conformada por sendas y andadores que interconectan y dan continuidad a la experiencia colectiva. Aquí emerge un nuevo componente esencial asociado a provocar el contacto entre las personas: andar, caminar y pasear. Los flâneurs, aquellos románticos paseantes parisinos, fueron identificados por Charles Baudelaire como “observadores aficionados de la vida urbana”. Varios ensayos clínicos han demostrado que caminar aumenta nuestra creatividad; una breve caminata será suficiente para cambiar el foco de la obsesión. En 2020, un estudio publicado en la revista The Journal of Environmental Psychology demostró que andar 30 minutos era suficiente para romper una espiral obsesiva de pensamiento negativo . Deambular y pasear tiene enormes efectos positivos en nuestra salud como lo son la actividad cardiovascular, la activación de ambos hemisferios cerebrales estimulando la liberación de dopamina y serotonina (responsable del estado de ánimo).

En conclusión, sin duda alguna este tema nos daría para investigar y abordar otras variables intrínsecas a la vida en las ciudades; finalmente agregaría un componente sustancial como lo es la escala de los asentamientos. Está comprobado que la gente es más feliz en ciudades compactas o cuando a pesar de habitar en aglomeraciones muy grandes como Nueva York o la Ciudad de México, se encuentran dentro de barrios caminables con distancias cortas a las fuentes de empleo, a los servicios y el entretenimiento; es lo que llamamos los urbanistas “ciudad de proximidad” o la ciudad de los 15 minutos, donde la súper manzana Barcelonesa o la Dinamarca de Jean Gehl serian notables ejemplos; llenas de estímulos visuales y lugares de encuentro en su trama.

Por lo tanto, como especialistas en planeación urbana; si bien no podemos garantizar la felicidad o la buena vida en la ciudades en su totalidad, dado que habría que incluir aquí la corresponsabilidad de las políticas públicas y la economía urbana en ello; sí tenemos la misión y el compromiso social de diseñar entornos que cada vez sean más conscientes e integren los conceptos resaltados en el texto. Si las investigaciones y contribuciones desde la psicología han demostrado que son las buenas relaciones humanas y el contacto físico las fuentes esenciales de una buena vida; hay mucho por aportar desde el diseño urbano para construir vida barrial de calidad, desde la perifería y las zonas marginadas; hasta las múltiples centralidades que conforman la complejidad de la ciudad contemporánea. Impulsando el contacto, la interacción y convivencia entre sus habitantes; reivindicando con ello el derecho y acceso a la ciudad, haciendo ciudadanos felices, sanos y activos que enriquezcan la vida comunitaria.

Es precisamente en la aparición de la vida comunitaria constituida por la diversidad donde incia la proliferación de las ideas que le han dado forma al mundo como lo conocemos hoy. Es entonces posible preguntarnos: Si las ciudades han sido el motor de la civilización, ¿Vivir en ciudades nos hace felices?; ¿Los entornos urbanos han impulsado nuestra evolución?; ¿Es la ciudad donde el hombre experimenta una buena vida?

Al respecto múltiples estudios se han llevado a cabo sobre la felicidad en las ciudades; desde las polis de Aristóteles nace el concepto como el bien supremo y máximo que aspira la humanidad; “eudamonia” ese concepto que llevo a su esplendor a Atenas argumentando que la buena vida solamente se podría alcanzar cuando la polis es capaz de proveer a sus habitantes con una buena calidad de vida, salud, fortuna, amigos y poder. Por otro lado, un avanzado estudio de la Universidad de Harvard denominado Harvard Study of Adult Development, ha analizado y registrado la vida de cientos de familias estadounidenses a lo largo de 85 años: dirigido en su más reciente periodo por el reconocido psiquiatra Robert Waldinger; quien ha plasmado resultados contundentes de la investigación en su libro The Good Life. El estudio llevado a través de un método longitudinal señala que justamente lo que hace una “buena vida” son las buenas relaciones y las conexiones humanas. Las personas que están más conectadas con su familia, los amigos y la “comunidad” son más felices y saludables físicamente que aquellas que están menos conectadas o asiladas. Hasta aquí podríamos afirmar que hay un enlace claro entre la felicidad y la buena vida al desarrollarse ésta en entornos urbanos. Sin embargo, no podemos sostener que en todos los entornos urbanos la gente es feliz. Por lo tanto, ¿Qué es aquello que esta intrínsecamente asociado a la felicidad para garantizar una buena vida en la ciudad?

Mi experiencia como urbanista y analista de las ciudades a lo largo de mas de 20 años me ha demostrado que hay algunos componentes clave para generar ambientes saludables y ser felices en las ciudades: espacios abiertos de encuentro y convivencia con áreas verdes, sentido de comunidad, seguridad en el espacio público, redes de transporte sustentable y algo fundamental que es una estructura urbana conformada por sendas y andadores que interconectan y dan continuidad a la experiencia colectiva. Aquí emerge un nuevo componente esencial asociado a provocar el contacto entre las personas: andar, caminar y pasear. Los flâneurs, aquellos románticos paseantes parisinos, fueron identificados por Charles Baudelaire como “observadores aficionados de la vida urbana”. Varios ensayos clínicos han demostrado que caminar aumenta nuestra creatividad; una breve caminata será suficiente para cambiar el foco de la obsesión. En 2020, un estudio publicado en la revista The Journal of Environmental Psychology demostró que andar 30 minutos era suficiente para romper una espiral obsesiva de pensamiento negativo . Deambular y pasear tiene enormes efectos positivos en nuestra salud como lo son la actividad cardiovascular, la activación de ambos hemisferios cerebrales estimulando la liberación de dopamina y serotonina (responsable del estado de ánimo).

En conclusión, sin duda alguna este tema nos daría para investigar y abordar otras variables intrínsecas a la vida en las ciudades; finalmente agregaría un componente sustancial como lo es la escala de los asentamientos. Está comprobado que la gente es más feliz en ciudades compactas o cuando a pesar de habitar en aglomeraciones muy grandes como Nueva York o la Ciudad de México, se encuentran dentro de barrios caminables con distancias cortas a las fuentes de empleo, a los servicios y el entretenimiento; es lo que llamamos los urbanistas “ciudad de proximidad” o la ciudad de los 15 minutos, donde la súper manzana Barcelonesa o la Dinamarca de Jean Gehl serian notables ejemplos; llenas de estímulos visuales y lugares de encuentro en su trama.

Por lo tanto, como especialistas en planeación urbana; si bien no podemos garantizar la felicidad o la buena vida en la ciudades en su totalidad, dado que habría que incluir aquí la corresponsabilidad de las políticas públicas y la economía urbana en ello; sí tenemos la misión y el compromiso social de diseñar entornos que cada vez sean más conscientes e integren los conceptos resaltados en el texto. Si las investigaciones y contribuciones desde la psicología han demostrado que son las buenas relaciones humanas y el contacto físico las fuentes esenciales de una buena vida; hay mucho por aportar desde el diseño urbano para construir vida barrial de calidad, desde la perifería y las zonas marginadas; hasta las múltiples centralidades que conforman la complejidad de la ciudad contemporánea. Impulsando el contacto, la interacción y convivencia entre sus habitantes; reivindicando con ello el derecho y acceso a la ciudad, haciendo ciudadanos felices, sanos y activos que enriquezcan la vida comunitaria.

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