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Marabunta,
turismo masivo

Por: Armando Sánchez Salcido

Como si fuera una colonia de hormigas que avanza arrasando con todo lo que encuentra a su paso, así el turismo masivo ha ido invadiendo cada vez más espacios urbanos y naturales en busca de esparcimiento.
Como si fuera una colonia de hormigas que avanza arrasando con todo lo que encuentra a su paso, así el turismo masivo ha ido invadiendo cada vez más espacios urbanos y naturales en busca de esparcimiento.
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Esta tendencia, iniciada a mediados del siglo XIX en Inglaterra, pronto encontró la forma de llegar más lejos utilizando los ferrocarriles. En la actualidad, la vía aérea es la que concentra la mayor cantidad de viajeros, el 60% de los vuelos en todo el planeta son ocupados por turistas.

Pero como siempre ocurre con cualquier actividad humana productiva que se sobre explota, los impactos negativos se dejan sentir sobre la naturaleza y la vida de las comunidades. Esto es especialmente crítico en aquellos sitios que ofertan bellezas naturales, como es el caso de playas, selvas, montañas, parques nacionales, áreas naturales protegidas y otros que al tener un mal manejo de sus recursos van perdiendo sus atractivos.

Los Cabos se ubica en este sector turístico, que principalmente se distingue por ser un destino de sol y playa con desarrollos turísticos e inmobiliarios de alto poder adquisitivo y que en menos de treinta años ha venido cambiando dramáticamente su fisonomía y funcionalidad a tal grado que ya hoy comienza a volverse caótico en muchos aspectos como son el tráfico vehicular, la disponibilidad de servicios básicos como agua, electricidad, drenaje y todos aquellos elementos que vuelven a una ciudad sostenible.

Para un par de ciudades como lo son San José del Cabo y Cabo San Lucas, que entre ambas suman menos de 350 000 habitantes, recibir 3.4 millones de turistas al año como aconteció este 2022 (datos de Fiturca) es una cosa de locos.

Este municipio tiene un atraso en infraestructura y servicios de cuando menos diez años, y más temprano que tarde estos se verán tan comprometidos que será un asunto en extremo complicado autorizar nuevas licencias de construcción para hoteles y desarrollos inmobiliarios; porque no es solamente que esos proyectos se edifiquen, sino que a la par se necesita una ciudad altamente funcional que le de alojamiento a miles de personas que laboran en esas instalaciones. Y eso de contar con una ciudad de tales características se asemeja más a una utopía al estilo de Tomás Moro.

Todo indica que en poco tiempo estaremos recibiendo ya 4 millones de turistas, que aunados a una población local que crece a un ritmo de 17% según el INEGI, terminarán por poner en jaque a todo nuestro destino turístico.

Por las condiciones casi insulares de Los Cabos, sería interesante comenzar a hacer el ejercicio de condicionar el crecimiento de la ciudad a la existencia previa de vialidades, infraestructura hidráulica y eléctrica y reserva territorial como acontece en cualquier ciudad bien planificada.

El turismo masivo cuando se sale de control se vuelve un serio problema y eventualmente termina generando más perjuicios que beneficios a aquellos que esperan lucrar con él.

Los Cabos debe seguir apostando al turismo de alto nivel adquisitivo que sea menos extensivo e invasivo. Es decir, obtener mayores beneficios con menores costos ambientales y de servicios. Lo que obligadamente conlleva a reducir la oferta de habitaciones disponibles.

¿Nos atreveremos a eso?

Esta tendencia, iniciada a mediados del siglo XIX en Inglaterra, pronto encontró la forma de llegar más lejos utilizando los ferrocarriles. En la actualidad, la vía aérea es la que concentra la mayor cantidad de viajeros, el 60% de los vuelos en todo el planeta son ocupados por turistas.

Pero como siempre ocurre con cualquier actividad humana productiva que se sobre explota, los impactos negativos se dejan sentir sobre la naturaleza y la vida de las comunidades. Esto es especialmente crítico en aquellos sitios que ofertan bellezas naturales, como es el caso de playas, selvas, montañas, parques nacionales, áreas naturales protegidas y otros que al tener un mal manejo de sus recursos van perdiendo sus atractivos.

Los Cabos se ubica en este sector turístico, que principalmente se distingue por ser un destino de sol y playa con desarrollos turísticos e inmobiliarios de alto poder adquisitivo y que en menos de treinta años ha venido cambiando dramáticamente su fisonomía y funcionalidad a tal grado que ya hoy comienza a volverse caótico en muchos aspectos como son el tráfico vehicular, la disponibilidad de servicios básicos como agua, electricidad, drenaje y todos aquellos elementos que vuelven a una ciudad sostenible.

Para un par de ciudades como lo son San José del Cabo y Cabo San Lucas, que entre ambas suman menos de 350 000 habitantes, recibir 3.4 millones de turistas al año como aconteció este 2022 (datos de Fiturca) es una cosa de locos.

Este municipio tiene un atraso en infraestructura y servicios de cuando menos diez años, y más temprano que tarde estos se verán tan comprometidos que será un asunto en extremo complicado autorizar nuevas licencias de construcción para hoteles y desarrollos inmobiliarios; porque no es solamente que esos proyectos se edifiquen, sino que a la par se necesita una ciudad altamente funcional que le de alojamiento a miles de personas que laboran en esas instalaciones. Y eso de contar con una ciudad de tales características se asemeja más a una utopía al estilo de Tomás Moro.

Todo indica que en poco tiempo estaremos recibiendo ya 4 millones de turistas, que aunados a una población local que crece a un ritmo de 17% según el INEGI, terminarán por poner en jaque a todo nuestro destino turístico.

Por las condiciones casi insulares de Los Cabos, sería interesante comenzar a hacer el ejercicio de condicionar el crecimiento de la ciudad a la existencia previa de vialidades, infraestructura hidráulica y eléctrica y reserva territorial como acontece en cualquier ciudad bien planificada.

El turismo masivo cuando se sale de control se vuelve un serio problema y eventualmente termina generando más perjuicios que beneficios a aquellos que esperan lucrar con él.

Los Cabos debe seguir apostando al turismo de alto nivel adquisitivo que sea menos extensivo e invasivo. Es decir, obtener mayores beneficios con menores costos ambientales y de servicios. Lo que obligadamente conlleva a reducir la oferta de habitaciones disponibles.

¿Nos atreveremos a eso?

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