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Los Cabos: ¿Futuro glorioso o borroso? (Última parte)

Por: Lic. J. Eduardo Tapia Zuckermann

En seguimiento a las anteriores entregas, donde escribimos que Los Cabos “marcha con máquina sobrecalentada en un desierto de lujo”, y que en estos primeros meses de 2023 esto se presenta como un punto de inflexión. Así, tratamos en dichos artículos temas prioritarios respecto de (i) seguridad ciudadana y estado de derecho, y (ii) agua y alcantarillado, (iii) infraestructura y servicios públicos. En esta ocasión, finalmente, comentaremos sobre (iv) política y gobierno, así como (v) relaciones internacionales y vocación social.
En seguimiento a las anteriores entregas, donde escribimos que Los Cabos “marcha con máquina sobrecalentada en un desierto de lujo”, y que en estos primeros meses de 2023 esto se presenta como un punto de inflexión. Así, tratamos en dichos artículos temas prioritarios respecto de (i) seguridad ciudadana y estado de derecho, y (ii) agua y alcantarillado, (iii) infraestructura y servicios públicos. En esta ocasión, finalmente, comentaremos sobre (iv) política y gobierno, así como (v) relaciones internacionales y vocación social.
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La vertebración de todo proyecto inmobiliario y turístico de gran escala lleva tiempo. La historia reciente comienza hace casi cincuenta años, un 8 de octubre de 1974 para ser precisos, fecha en la cual el gobierno federal decreta la creación del estado de Baja California Sur al cumplirse la cláusula de población constitucional del entonces territorio de Baja California Sur.

Un par de años después, a partir de 1976, se empiezan a expropiarse tierras con vocación turística en las inmediaciones de San José del Cabo y Cabo San Lucas, ambos pertenecientes en ese entonces al Municipio de La Paz, Baja California Sur, asiento también del gobierno estatal. Así nace con paso firme el polo turístico de Los Cabos mediante una planeación integral de gobierno que permitió albergar fraccionamientos, condominios, hoteles y, en una segunda etapa, campos de golf.

Una vez que se creó, en 1981, el Municipio de Los Cabos, se facilitó el crecimiento administrativo y se pudo imprimir un orden normativo local que obedeciera a necesidades locales y no tanto regionales como fue el caso cuando la cabecera municipal se asentaba en una ciudad capital a más de doscientos kilómetros y dos horas de recorrido sinuoso y serrano.

Ahora bien, en 2023, con casi cuatrocientos mil habitantes a cuestas, el Municipio camina con paso veloz a un futuro que si bien se aprecia portentoso puede convertirse en incierto si tomamos la experiencia de otras ciudades que sufrieron miopía gubernamental. Este desierto paradisiaco sufre de la resaca de administraciones municipales desastrosas que endeudaron el destino al tiempo que no reinvirtieron, por décadas enteras, los beneficios de impuestos, derechos y, en general contribuciones, generosas por parte de los contribuyentes.

Simplemente la falta de vialidades adecuadas en treinta años, como lo fue la ampliación de la carretera entre San José del Cabo en 1993 o del libramiento al aeropuerto de San José del Cabo en 2002, ambos con inversión federal, denota una aberrante falta de planeación gubernamental pues si el efecto deseado se logró al captar miles de millones de dólares en inversiones inmobiliarias, y colocar a Los Cabos como un destino de lujo de clase mundial, también se despilfarró la riqueza en programas de corto plazo o bien en dispendios y corruptelas inconfesables.

La política y el gobierno le han fallado al destino y lo que puede hacer esta administración municipal y las dos siguientes más la siguiente administración estatal será fundamental para enderezar el barco y evitar su naufragio o encallamiento. ¿Estará la sociedad civil a la altura para exigir que el gobierno haga lo propio? Me parece que las condiciones están dadas para que la administración federal, del mismo signo político, por cierto, que la municipal y estatal, nuevamente voltee a ver a Los Cabos no solamente como su caja chica sino como su principal moneda de cambio para atraer mayores niveles de inversión de parte de inversionistas nacionales y extranjeros. ¡Hago votos para que así sea!

Finalmente, abordamos el tópico sobre relaciones internacionales y vocación social. Los agrupe pues Los Cabos ha recibido importante ayuda social vía asociaciones de beneficencia extranjeras que han permitido paliar, en cierta medida, los embates de la asimetría social derivada de, por un lado, inversiones multimillonarias en hoteles y desarrollos inmobiliarios y, por el otro, la precariedad de vivienda digna y condiciones salubres de todos los trabajadores que laboran precisamente en temas turísticos o inmobiliarios. Me parece que esta, la de vocación social, es una asignatura pendiente del destino en la que todos deberemos seguir contribuyendo con dinero y tiempo para hacer visible las necesidades sociales del destino.

En la medida de que Los Cabos, como ayuntamiento, siga buscando relaciones más estrechas en el plano internacional tal y como se aprecia en plano turístico y el establecimiento de nuevas rutas aéreas también deberá afianzar la seguridad que se brinde a los turistas que, afortunadamente, siguen llegando en masa pero que no soportarán de manera indefinida la falta de infraestructura o las contradicciones de un destino con futuro brillante, pero nubarrones cada vez más grises y amenazantes. La transparencia internacional de Los Cabos asegurará que sigamos siendo no sólo atractivos para inversiones sino también abiertos a un mayor escrutinio con óptica extranjera. Debemos procurar, entonces, que la radiografía mostrada sea fidedigna y benigna.

La vertebración de todo proyecto inmobiliario y turístico de gran escala lleva tiempo. La historia reciente comienza hace casi cincuenta años, un 8 de octubre de 1974 para ser precisos, fecha en la cual el gobierno federal decreta la creación del estado de Baja California Sur al cumplirse la cláusula de población constitucional del entonces territorio de Baja California Sur.

Un par de años después, a partir de 1976, se empiezan a expropiarse tierras con vocación turística en las inmediaciones de San José del Cabo y Cabo San Lucas, ambos pertenecientes en ese entonces al Municipio de La Paz, Baja California Sur, asiento también del gobierno estatal. Así nace con paso firme el polo turístico de Los Cabos mediante una planeación integral de gobierno que permitió albergar fraccionamientos, condominios, hoteles y, en una segunda etapa, campos de golf.

Una vez que se creó, en 1981, el Municipio de Los Cabos, se facilitó el crecimiento administrativo y se pudo imprimir un orden normativo local que obedeciera a necesidades locales y no tanto regionales como fue el caso cuando la cabecera municipal se asentaba en una ciudad capital a más de doscientos kilómetros y dos horas de recorrido sinuoso y serrano.

Ahora bien, en 2023, con casi cuatrocientos mil habitantes a cuestas, el Municipio camina con paso veloz a un futuro que si bien se aprecia portentoso puede convertirse en incierto si tomamos la experiencia de otras ciudades que sufrieron miopía gubernamental. Este desierto paradisiaco sufre de la resaca de administraciones municipales desastrosas que endeudaron el destino al tiempo que no reinvirtieron, por décadas enteras, los beneficios de impuestos, derechos y, en general contribuciones, generosas por parte de los contribuyentes.

Simplemente la falta de vialidades adecuadas en treinta años, como lo fue la ampliación de la carretera entre San José del Cabo en 1993 o del libramiento al aeropuerto de San José del Cabo en 2002, ambos con inversión federal, denota una aberrante falta de planeación gubernamental pues si el efecto deseado se logró al captar miles de millones de dólares en inversiones inmobiliarias, y colocar a Los Cabos como un destino de lujo de clase mundial, también se despilfarró la riqueza en programas de corto plazo o bien en dispendios y corruptelas inconfesables.

La política y el gobierno le han fallado al destino y lo que puede hacer esta administración municipal y las dos siguientes más la siguiente administración estatal será fundamental para enderezar el barco y evitar su naufragio o encallamiento. ¿Estará la sociedad civil a la altura para exigir que el gobierno haga lo propio? Me parece que las condiciones están dadas para que la administración federal, del mismo signo político, por cierto, que la municipal y estatal, nuevamente voltee a ver a Los Cabos no solamente como su caja chica sino como su principal moneda de cambio para atraer mayores niveles de inversión de parte de inversionistas nacionales y extranjeros. ¡Hago votos para que así sea!

Finalmente, abordamos el tópico sobre relaciones internacionales y vocación social. Los agrupe pues Los Cabos ha recibido importante ayuda social vía asociaciones de beneficencia extranjeras que han permitido paliar, en cierta medida, los embates de la asimetría social derivada de, por un lado, inversiones multimillonarias en hoteles y desarrollos inmobiliarios y, por el otro, la precariedad de vivienda digna y condiciones salubres de todos los trabajadores que laboran precisamente en temas turísticos o inmobiliarios. Me parece que esta, la de vocación social, es una asignatura pendiente del destino en la que todos deberemos seguir contribuyendo con dinero y tiempo para hacer visible las necesidades sociales del destino.

En la medida de que Los Cabos, como ayuntamiento, siga buscando relaciones más estrechas en el plano internacional tal y como se aprecia en plano turístico y el establecimiento de nuevas rutas aéreas también deberá afianzar la seguridad que se brinde a los turistas que, afortunadamente, siguen llegando en masa pero que no soportarán de manera indefinida la falta de infraestructura o las contradicciones de un destino con futuro brillante, pero nubarrones cada vez más grises y amenazantes. La transparencia internacional de Los Cabos asegurará que sigamos siendo no sólo atractivos para inversiones sino también abiertos a un mayor escrutinio con óptica extranjera. Debemos procurar, entonces, que la radiografía mostrada sea fidedigna y benigna.

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