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Urbanismo Residencial

Por: Mtro. Ussiel Garcia

Con la Nueva Agenda Urbana aprobada en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Vivienda y el Desarrollo Urbano Sostenible (HABITAT III) celebrada en Quito, Ecuador, el 20 de octubre de 2016, los Estados miembro, entre ellos México, asumieron diversos compromisos como obligatorios para los distintos ordenes de gobierno y vinculantes para la sociedad en general.

Entre tales compromisos se encuentran los siguientes:

Meta 33. Nos comprometemos a estimular la provisión de diversas opciones de vivienda adecuada que sean seguras, asequibles y accesibles para los miembros de diferentes grupos de ingresos de la sociedad, teniendo en cuenta la integración socioeconómica y cultural, evitando la segregación.

Meta 40. Nos comprometemos a aceptar la diversidad de las ciudades y los asentamientos humanos, a fortalecer la cohesión social, el dialogo intercultural, la inclusión, a fomentar la habitabilidad y una vibrante economía urbana.

Meta 51. Nos comprometemos a fomentar el desarrollo de marcos espaciales urbanos, diseños urbanos con un nivel adecuado de compacidad y densidad, policentrismo y usos mixtos.

La anterior significa en términos prácticos un cambio de paradigma en el urbanismo residencial respecto al como se han desarrollado en la realidad muchas de nuestras ciudades, particularmente las latinoamericanas y mexicanas.

Hoy día contamos con ciudades cuyas zonas residenciales son excluyentes, segregadas, ya sea espacial, socioeconómica o culturalmente, con una multiplicidad de fraccionamientos cerrados y entornos caóticos. El urbanismo residencial busca para los próximos años, entre otras características:

– Modelos al interior con mezcla de usos mixtos, de tal forma que convivan vivienda con uno o varios usos de suelo, como con comercio, oficinas, etc.

– Vivienda integrada a la ciudad, donde se eliminen los fraccionamientos cerrados, los guetos, los bordes y bardas, que todas las viviendas se vinculen a la ciudad a través de sus espacios públicos, sus vialidades, su continuidad y paso de ciclo vías o senderos.

– Que la riqueza de las ciudades se mida en la convivencia intercultural y socioeconómica, no en las capacidades de núcleos o áreas puntuales de las ciudades.

– El fomento a la mezcla de vivienda, donde convivan en superficies próximas, vivienda social con media o residencial, en un mismo entorno de calidad de espacio público.

En buena parte para alcanzar tales características, precisamente juega un papel importante la democratización del espacio público, tanto desde la óptica de su diversidad, superficie y calidad.

De igual manera, los instrumentos de planeación, las instituciones gubernamentales, desarrolladores y entidades financieras están llamados a compartir tales compromisos, reorientar sus conocimientos, esfuerzos y capacidades en desarrollar este urbanismo que plantea la Nueva Agenda Urbana.

Son décadas de la implantación de modelos urbanísticos que han llevado a la segregación y desintegración al interior de la ciudad, por lo que sin duda se requerirá igualmente tiempo para revertirlo, por lo que cada acción local es valiosa y seguramente el éxisto será gradual.

El compromiso de la Nueva Agenda Urbana mundial tiene un horizonte al año 2036, por lo que son 15 años los que tenemos para detener las actuales tendencias, revertirlas e implantar estas nuevas orientaciones.

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