Hemos visto como la isla de La Palma, en España, perdió una parte significativa de su infraestructura turística después de la acción violenta del volcán de Cumbre Vieja en septiembre de 2021. Modificó el entorno conurbado de esa isla que recibía a miles de turistas cada año.

En la actualidad, es común ver las calles de Venecia cubiertas de agua, un proceso que vuelve mas complicado lidiar con las inundaciones que se repiten año con año y comprometen la supervivencia de esta ciudad de 1600 años de antigüedad y una de las más visitadas de Italia, con un promedio de 5.6 millones de turistas al año.
Más cerca de nosotros, hemos visto últimamente como en Cancún y la Riviera Maya existe un serio problema con la presencia del sargazo que inunda literalmente las playas de esa región del Caribe mexicano y hasta la fecha es algo que no se ha podido solucionar del todo y le resta atractivo a las playas.

Y no podemos dejar de mencionar la traumática experiencia que acabamos de atravesar por la pandemia de COVID-19, que literalmente frenó a la inmensa mayoría de turistas a nivel mundial.

Estos son eventos naturales, que impactan el flujo turístico en diferentes partes del planeta.

Ahora veamos como otros fenómenos que tienen que ver con la acción directa del hombre generan serios cambios en las corrientes turísticas

Sin duda alguna que la guerra en Ucrania ha alterado el flujo turístico en toda esa región, Rusia incluida. Tal como pasó en su momento con Siria, Libia, Irán, Irak, Afganistán y los otros países del medio oriente que, sacudidos por conflictos bélicos, vuelven casi imposible la actividad turística, cuando menos por parte de visitantes occidentales.

El turismo es un recurso renovable que debemos aprender a manejar de forma responsable para que las futuras generaciones lo puedan seguir disfrutando. Para que esto sea posible, se deben desarrollar actividades que produzcan un impacto mínimo sobre el medioambiente.

El éxito de las medidas de protección a gran escala reside en que la explotación de un recurso debe situarse por debajo del límite de renovación del mismo, sin importar qué recurso sea.

Debemos fomentar un turismo respetuoso con los ecosistemas, e integrar a los habitantes locales, que se verán beneficiados con la derrama económica que genera la llamada industria sin chimeneas, sin destruirla naturaleza en el camino.

Hay que privilegiar el respeto a las culturas locales y su gente, sus valores tradicionales y sus costumbres, de tal forma que no terminen siendo tratados como extraños en sus tierras.

La Organización Mundial del Turismo, propone “dar un uso óptimo a los recursos medioambientales”. Para ello es necesario mantener los procesos ecológicos esenciales y ayudar a conservar la biodiversidad. Debemos entender que sin atractivos naturales no hay turismo, por ello es importante conservar el entorno ecológico.

El turismo como todo recurso renovable se debe cuidar y proteger para que prevalezca en el tiempo. En caso contrario es muy fácil que lo podamos perder.