Se podría resumir brevemente que el término cultura fue asociado con “cultivar y cultivado”, lo cual ocurrió a través de un proceso que comenzó con una asociación metafórica en los siglos XVII y XVIII. Posteriormente, se estableció una diferencia entre “civilización” y “cultura” a principios del siglo XIX, lo que llevó al contraste constante entre “cultivar” y “civilización” y modificó la concepción de lo sustantivo y lo adjetivado como cultural. El sustantivo “cultura” ha desaparecido en su sentido moderno y la palabra se utiliza principalmente cuando está relacionada con el arte, la intelectualidad o la antropología. Sin embargo, el adjetivo “cultural” sigue siendo común desde los años 70 y 90 del siglo XVIII.

Como resultado de la controvertida “revolución industrial” y los conflictos político-sociales radicales de mediados y finales del siglo XIX, se incorporaron los términos antropológicos “humano” y “material” al concepto de “cultura”, lo cual también condujo a la inclusión de los significados semióticos “material” y “espiritual”, siendo “cultura” lo espiritual y “civilización” lo material.

El término moderno de “cultura” y sus usos físicos aplicados se registran ya en la década de 1880. Se reconocen tres categorías activas de uso “sustantivo” (“independiente y/o abstracto”):

– Aquella que describe procesos de desarrollo intelectual, espiritual y estético, en uso desde el siglo XVIII.

– Aquella que indica una forma particular de vida, de gente, de un período o de un grupo, utilizada a partir del siglo XIX.-

– Aquella que se refiere a trabajos y prácticas de actividades intelectuales y especialmente artísticas (actualmente es el uso más difundido: cultura es música, literatura, pintura y escultura, teatro y cine).

A principios del siglo XIX, con el predominio del movimiento romántico en Alemania, Inglaterra y Francia, el significado de cultura se relacionaba con las ideas de desarrollo humano enfocadas en “civilización” y “progreso”. Sin embargo, esta concepción era etnocentrista y no se aplicaba a las culturas nacionales y tradicionales, incluyendo el concepto de cultura-folk.

A partir del siglo XX, en antropología y sociología, se considera a las “culturas” en plural, atribuyéndoles características específicas, variables socioeconómicas, políticas e ideológicas, así como diferencias culturales entre regiones, naciones y poblaciones, sin importar su densidad o ubicación espacio-temporal. Sin embargo, su reconocimiento permaneció limitado a los idiomas de los países hegemónicos del mundo hasta mediados del siglo XIX y no se estableció completamente hasta un siglo después.

La complejidad y diversidad de las acepciones anteriores muestran la multiplicidad de argumentos relacionados con el desarrollo de la humanidad y la vida individual, términos que se enfrentan en la complicada evolución del concepto de cultura. A lo largo de esta evolución histórica, los conceptos relacionados con lo concreto y lo objetivo, es decir, lo “verdadero”, “propio” y “científico”, han sido aceptados para su definición. Sin embargo, estos conceptos deben ser complementados con la transversalidad multidisciplinaria y las dimensiones de las categorías relacionadas con lo global y lo regional, la pobreza y la riqueza, la metrópolis urbana y la vida rural, lo social y lo individual, la amplitud de género, entre otros. Estos conceptos también pueden ser cuestionables, mientras que otros sentidos son rechazados por ser limitados y confusos.

Dentro de la diversidad de argumentos, ha habido y siguen existiendo posiciones opuestas y superpuestas, con muchas cuestiones sin resolver y respuestas vagas e imprecisas, junto con interrogantes que no pueden resolverse reduciendo la complejidad del uso actual del término cultura. Destaca el principio semiótico del fenómeno cultural, donde la superposición de significados es lo importante.